西语助手
2024-04-09
En los días soleados, a los ciudadanos romanos de Ostia se les podía encontrar en un banco largo de piedra cerca del Foro.
Amigos y vecinos intercambiaban noticias y chismeaban y atendían simultáneamente otros asuntos más urgentes.
Estas letrinas públicas podían acomodar hasta 20 romanos al mismo tiempo y drenaban los desechos por conductos de agua debajo.
Hoy la mayoría de las culturas consideran las idas al retrete como algo privado.
Pero aunque vayamos solos, la infraestructura de drenaje en común es una de las invenciones más cruciales en la historia de la humanidad.
Aunque muchos textos religiosos antiguos contenían instrucciones para mantener los desechos lejos del agua potable y asentamientos,
la gestión de los desechos tomó una forma más familiar desde el 3000 a. C.
Los antiguos asentamientos mesopotámicos tenían estructuras para acuclillarse o sentarse en la habitación más privada de la casa que estaban conectadas a tuberías que usaban agua para mover los desechos hacia los canales de la calle y fosas sépticas.
Infraestructura del agua como esta floreció en la Edad de Bronce y en algunas partes del Valle del Indo.
Casi todas las casas tenían un retrete conectado al sistema de drenaje citadino.
Incluso algunos palacios cretenses ofrecían una opción de descarga manual.
Los investigadores no están seguros de qué inspiró estos sistemas de drenaje,
pero sabemos que el manejo de desechos es esencial para la salud pública.
Los desechos no tratados son terreno fértil para microorganismos peligrosos como aquellos causantes del cólera, disentería y fiebre tifoidea.
Pasarían milenios antes de que los científicos entendieran por completo la relación entre el drenaje y las enfermedades.
Pero los nocivos hedores de drenaje fueron asociados a enfermedades desde el 100 antes de Cristo.
Y para el 100 después de Cristo, surgieron soluciones sanitarias más complejas.
El imperio romano contaba con acueductos que fluían continuamente,
dedicados a llevar los desechos afuera de los muros de la ciudad.
Las dinastías chinas del mismo periodo tenían retretes privados y públicos,
pero sus desechos eran inmediatamente reciclados.
Muchos retretes desembocaban en chiqueros.
Recolectores de excremento especializados juntaban desechos de letrinas públicas para venderlos como fertilizante.
En China, esta tradición de manejo de desechos continuó por siglos,
pero en Europa la caída del Imperio Romano llevó al saneamiento público a la Edad Oscura.
Las letrinas de pozo llamadas "gongs" se volvieron comunes y los orinales eran comúnmente vaciados en la calle.
Los castillos tiraban desechos desde ventanas altas a fosas comunitarias.
Por la noche, los llamados granjeros de gong cargaban los desechos para volcarlos afuera de los límites de la ciudad.
Este enfoque insalubre persistió en Europa por siglos,
pero los retretes sufrieron algunos cambios importantes.
A finales de la Edad Media, las familias acomodadas tenían sillas inodoro,
que eran cajas de madera con asiento y tapa.
Y en la Corte Real de Inglaterra, estas sillas eran controladas por el ayudante de aposentos reales.
Aparte de monitorear la salud intestinal del rey,
la íntima relación del ayudante con el monarca lo convertía en una figura sorpresivamente influyente.
El siguiente gran salto en la tecnología del inodoro vino en 1596, cuando Sir John Harrington diseñó el primer inodoro moderno de descarga para la reina Isabel.
El uso de palancas para liberar agua y una válvula para vaciar el tanque aún conforman los diseños modernos.
Pero la invención de Harrington apestaba a drenaje.
Afortunadamente, en 1775, el inventor escocés Alexander Cumming agregó una curvatura en la pipa de drenado para retener agua y limitar hedores.
La curvatura en S fue sustituida después por una curvatura en U por Thomas Crapper,
aunque el término "crap", caca en inglés, es varios siglos anterior al inventor.
A inicios del siglo XIX, muchas ciudades desarrollaron una infraestructura de drenaje moderna y plantas de tratamiento de aguas negras,
y hoy en día existen múltiples inodoros, desde lujosos hasta sostenibles.
Pero cerca de 2.000 millones de personas no tienen inodoros en sus hogares.
Y otros 2.200 millones no tienen instalaciones para tratar los desechos adecuadamente,
lo que pone a estas comunidades en riesgo de numerosas enfermedades.
Para solucionar este problema, necesitamos inventar nuevas tecnologías sanitarias
y enfrentar los problemas conductuales, financieros y políticos que producen inequidad a lo largo de la tubería de saneamiento.
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