西语助手
2024-03-31
¡Ah! ¿Te acuerdas cuando eras un infante y estabas muy feliz jugando cuando de repente te llamaban:
"¡Hora de bañarse!" ? ¡Agh!
¡Pero si ya me bañé antier!
¿Quién inventó bañarse?
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La higiene constituye un aspecto importante en nuestra vida:
ya los hombres de las cavernas usaban palitos o huesos tallados para quitarse restos de comida,
aunque el primer "cepillo de dientes" se usó en Babilonia hace unos 5,500 años y consistía en un palito al cual se le había desgastado un extremo.
Muchos años después surgieron los cepillos con cerdas de pelo de animal.
Pero los humanos ya se preocupaban por su aliento desde antes,
hace unos 7,000 años en China, Egipto y la India se usaban mezclas de:
flores, ceniza, mirra, miel y pimienta y para evitar la placa,
masticaban granos abrasivos.
A los romanos no les importaba tanto el olor,
pero sí que sus dientes estuvieran bien blancos así que usaban orina como enjuague
– Los ricos, incluso, compraban orina de Portugal,
por ser la más fuerte del imperio.
Para tener la pasta de dientes que tenemos hoy en día hubo varias pruebas y bastantes errores,
había pastas hechas de tiza, polvo o ladrillo pulverizados ¡ay!
El Tartaroff se hizo famoso porque disolvía 3% de tu esmalte cada vez que te lavabas los dientes.
Bueno, pero ¿quién inventó bañarse?
Sabemos que hace 3,000 años los emperadores de la dinastía Shang ya tomaban baños usando cuencos con agua caliente y en la dinastía Han los oficiales tenían permitido ir cada 5 días a bañarse a su casa.
Aunque muchas civilizaciones ya se bañaban en cuerpos de agua:
los egipcios en el Nilo y los japoneses en aguas termales.
Los que empezaron a tomárselo muy en serio,
fueron los hindúes que se bañaban 3 veces al día como parte de sus ceremonias religiosas.
Luego los griegos lo convirtieron en un evento social con sus gimnasios.
Los romanos lo exageraron, llegando a tener en sus baños cuartos de estudio y debate y una biblioteca,
pero por lo menos los baños estaban a disposición de todo el público.
En Mesoamérica también sabemos que bañarse era una práctica diaria,
sin importar el estatus social, además de los temazcales religiosos.
Aún hoy, diversas religiones mantienen conceptos y rituales asociados con la limpieza.
El bautismo cristiano, el mikveh de los judíos, el ghusl para el islam.
Parece que los humanos han buscado razones religiosas,
morales, naturalistas y científicas para hacer algo que es innato.
Claro que hubo una época oscura, que empezó a mediados del siglo dieciséis,
cuando la higiene estaba muy abandonada.
Entre la transmisión de sífilis y las nuevas prohibiciones religiosas se tenía la idea de que el baño abría los poros a enfermedades.
Muy raras veces las personas se bañaban y solo ocasionalmente se lavaban las manos y la cara.
Las personas olían tan mal que estaba de moda cargar un atado de flores y hierbas.
El rey Luis XIV decía solo haberse bañado dos veces de adulto y solo porque los doctores se lo habían dicho.
Pero en ese entonces lo más importante y lo que te daba estatus no era oler bien,
sino llevar la ropa limpia, se creía que las prendas absorbían las impurezas y limpiaban la piel.
Además de no bañarse, había otras prácticas realmente insalubres.
Un libro del siglo 17 recomendaba a los hombres usar estiércol de gallina para curar la calvicie,
la infertilidad, las pulgas y el mal aliento.
Las fosas de los castillos y las calles estaban llenas de heces de humanos.
Afortunadamente, poco a poco los trabajos de Leeuwenhoek,
Semmelweis, Koch y Pasteur trajeron de regreso el buen sentido.
En cuanto al jabón fueron los fenicios y babilonios que empezaron a usarlo,
pero los griegos y romanos preferían usar aceites y un raspador.
Por mucho tiempo el baño solo implicaba agua,
no fue sino hasta mediados del siglo 19 que el jabón se convirtió en un producto de uso común.
Otro producto bastante desconocido era el desodorante.
En 1910 Edna Murphey empezó a vender un antitranspirante que evitaba el sudor y olor por tres días.
Pero en ese entonces se prefería lavar las axilas,
opacar el olor con perfume o colocar almohadillas de hule o algodón para evitar que la ropa oliera mal.
Fue necesaria una campaña de humillación para que el desodorante se volviera un artículo de necesidad.
Se mostró la sudoración en las mujeres como una afección médica embarazosa y causa de impopularidad y entonces las ventas se incrementaron un 112%.
En ese momento el olor de los hombres era considerado algo "bueno" porque se asociaba con la masculinidad,
pero las compañías pronto se dieron cuenta que la mitad del mundo no estaba usando su producto.
Así que en 1930, con la "Gran Depresión" en pleno auge,
se anunciaba el desodorante como un remedio para que los varones conservaran su empleo.
Aunque somos los únicos que nos ponemos desodorante,
no somos los únicos que nos "bañamos":
muchos animales también buscan estar limpios,
aunque los estándares varían.
Las abejas se limpian mientras vuelan para poder usar todas sus patas.
Las aves se dan baños de tierra para liberarse de parásitos y usan su glándula uropígea para aceitar sus plumas.
Los cuervos, al igual que los monos capuchinos,
se ponen sobre hormigueros y tallan hormigas sobre su cuerpo porque el ácido fórmico les ayuda a mantener a los parásitos alejados y a calmar la piel irritada.
Las mamás chimpancés limpian el trasero de sus crías.
Hasta los peces buscan formas de estar limpios.
Los animales no solo se bañan, sino que también tienen buenos hábitos de higiene:
muchos animales comparten áreas específicas para hacer popó y los renos y caribús incluso migran para evitar los parásitos en campos llenos de estiércol.
Al ver que los animales también se asean,
la científica Valerie Curtis propuso que la higiene tiene un origen biológico antiguo,
que surgió con el fin de evitar infecciones.
El comportamiento de evadir patógenos se puede ver hasta en los organismos más simples:
el nemátodo Caenorhabditis elegans,
con solo 302 neuronas detecta las bacterias peligrosas y las evade.
Los renacuajos de ranas toro evitan a otros renacuajos con candidiasis.
E incluso los entierros, que vemos como un rito social,
probablemente sean parte de un comportamiento de higiene.
Valerie veía la higiene como un instinto que se ayudaba de la emoción del asco para alejarnos de las enfermedades.
Así que el aseo personal posiblemente es tan antiguo como la humanidad:
desde la edad de piedra los asentamientos humanos tendían a instalarse cerca de cuerpos de agua,
tanto para beberla como para bañarse.
Así que, es innegable que la higiene es esencial,
pero ¿a poco sí nos tenemos que bañar todos los días?
Bueno pues, una limpieza excesiva puede llegar a ser perjudicial y también puede ser el resultado de una salud mental deteriorada.
La piel mantiene una capa hidratante de aceites, que,
al bañarnos todos los días, especialmente con agua caliente, se eliminan.
Como consecuencia la piel puede estar muy seca,
e irritada lo que la hace más susceptible a infecciones y alergias.
Además, nuestro sistema inmune necesita estar en contacto con bacterias para crear memoria inmunológica,
de hecho, es una razón por la cual no se recomienda bañar a los bebés tan seguido.
Pero si vives en un clima cálido, haces actividad física y eres propenso al acné o la caspa,
probablemente debas bañarte todos los días.
Aún así, lo ideal son baños breves de 3 a 4 minutos usando agua tibia,
un jabón suave y toallas limpias.
¡Curiosamente!
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